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El baúl de Mawey

ARRABALERO

ARRABALERO

Ven conmigo, poeta idolatrado,
a cruzar los extraños laberintos
que mueren en la lengua del olvido,
esa calle sin nombre
que siempre despreciaste.
Conozco la ceguera de tu ego,
por eso te regalo mis palabras
-mis manos sólo tienen hambre y frío-:
Verás que se abre paso una explanada,
y el angosto lugar se hace cañada
cercada de altas torres,
murallas de invisibles soledades
cobijando poemas hambrientos
en torno a un fatuo fuego.
Su techo es una noche de una estrella,
su cielo siempre es pálido, de niebla.
Vagabundos unidos por el hambre
que traen viejos recuerdos,
devorando con ansia desmedida
el caldo de una estrofa, tan borrachos
que apuran de la gota con acento
mezclando la gramática y su aliento,
y al ritmo del sosiego y del sarcasmo,
se drogan por amor y por el vértigo.

Mas fíjate poeta
-si escuchas con el alma-:
A veces, sólo a veces,
brota el leve milagro del silencio
que enhebra la palabra y el sentimiento
tejiendo una invisible melodía,
y envueltos por violines, por arpegios,
el dolor se transforma en alegría
y el hambre es menos hambre con sus versos.

Aléjate poeta consagrado
y llévate contigo las limosnas
que dejas en peldaños y escaleras,
aleja tu figura de este infierno:
Aquí no se arrodillan los poetas,
aquellos que llamaste arrabaleros.
No quieras conducirnos al parnaso,
aquí tu pedestal es siempre raso.
Aléjate en tu coche de caballos
y déjanos que mientras tanto,
sigamos siendo pobres y soñando.

M.A.W. "Mawey" Enero 2005 ®

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